En la sociedad que vivimos, o al menos en las circunstancias generales en las que nos encontramos, se favorece que estemos mal. No hablo de carencias básicas, que sí se nos privan, sino de decadencia psicológica. Más específico aún, me gustaría hablar de la ansiedad y sus efectos en nuestra vida, como corrompe todo lo que deseamos y maldice cada día hasta que pensamos que no merecemos estar en la Tierra.
¿Qué es la ansiedad específicamente?
La ansiedad no es otra cosa que terror extremo. Es sentir que te desvaneces, que eres incapaz de afrontar tus miedos, que te vas a morir cuando pase algo que te desagrada, que tu corazón se sale del pecho y la garganta se te seca. Es ver tus problemas como una montaña rusa con las vías cortadas que te lanza a toda velocidad a la muerte, creerte impotente e incapaz de huir de esa situación exagerada por tu mente. Exagerar las consecuencias de tus errores hasta que no ves salida.
Este efecto suele venir precedido de un trauma, un evento que no controlamos que nos hizo sentir miedo extremo hacia algo o alguien. Sentimos dolor en ese momento, parece inevitable creer que siempre lo sentiremos cuando realicemos la acción que lo empezó. Si tienes ansiedad con los estudios, tal vez es el miedo extremo a suspender asignaturas. ¿Por qué? Porque piensas que te arruinará el futuro, el estatus o tu relación familiar. Porque crees que no valdrás nada si pasa, que lo único que sabes hacer será una farsa y tú un impostor. Si tienes ansiedad por hablar con los demás, puede deberse a que crees que te humillarán y vapulearán por lo que dices, que te rechazarán por lo que eres y que siempre te mantendrás en soledad. Que arruinarás tu relación con otras personas, que perderás lo que tanto te costó conseguir, etcétera.
¿Qué respuesta tiene el mundo ante la ansiedad?
Hablaré desde la experiencia personal, puesto que yo también sufro y sufrí de este... trastorno, por llamarlo de alguna manera.
Un día, sin aviso previo, me dio un ataque de pánico. Jamás en la vida había sentido tal efecto en mi corazón, cómo me temblaban las piernas, cómo era incapaz de respirar tranquilamente, cómo se me venía el mundo encima. Me asusté mucho y fui al hospital. Me dijeron que no tenía nada, me insistían que era común después de tener COVID a pesar de haberlo padecido hacía ya demasiados meses, me convencieron de que no era normal tomar pastillas ansiolíticas siendo tan joven. Nada de eso resolvía mi problema: yo había tenido un ataque de pánico repentino, una experiencia terrible, y no entendía por qué.
Mi shock inicial se volvió terror. No podía dormir por las noches, tenía miedo a tener un infarto. Cuando empezaba a caer dormida, me despertaba asustada porque sentía que se desvanecía mi consciencia. No podía hablar con mis familiares, me enfermaba con el mínimo atisbo de estrés o presión. En estos días sufrí también de inflamación pulmonar y, sumada a la ansiedad, me ahogaba durante el día y la noche, incapaz de descansar.
Nadie me daba soluciones a mis problemas, intentaban echarle las culpas a factores externos, circunstancias o enfermedades pasadas. «Lo has heredado» o «ya se te pasará» o «¿has probado a respirar?» o «es que vives en una ciudad muy activa, no estás acostumbrada».
¿Qué pasó después?
Tal y como estoy ahora, podría decir que superé la peor parte de la ansiedad, aunque me queda mucho camino por delante. Por eso escribo este blog. Si a alguien le han pasado alguna de esas cosas que mencioné, le recomiendo que se quede para comprender cómo mejoré mi vida y cómo logré volver a dormir por las noches. No es un proceso fácil, no es siquiera agradable. Nada en esta vida viene gratis, no podemos pretender que el mundo sea cómodo y perfecto siempre. Pero, precisamente por esta ansiedad, somos incapaces de afrontar esos miedos que en principio seríamos capaces de superar por nuestra cuenta con los recursos que tenemos.
Tengo que decirte una cosa, lector que padeces de este trastorno y que lees este blog: sufres porque tienes miedo, pero no tienes por qué ser cobarde. Ahora mismo te dedicas a huir de tus problemas, evitar las situaciones de estrés que te causan ataques de pánico y te hacen sentir que te vas a morir. No tiene que ser así. Tu vida no tiene que estar limitada al terror, puedes ser libre y feliz. Tienes que sacar la valentía hundida en tu pecho, esa valentía que te hace seguir adelante mientras lees esto, la que hace que busques ayuda desesperadamente porque de verdad quieres sanar y mejorar.
¿Cómo mejorar la ansiedad?
La ansiedad viene de tu miedo. Tienes miedo a las consecuencias de realizar ciertas acciones, como ir a un lugar con mucha gente o decir lo que piensas en un ambiente tenso. Tienes miedo a mostrar tus sentimientos o a alcanzar ciertas metas. ¿Qué pasa si no lo logro? ¿Qué pasa si soy un fracaso? ¿Qué pasa si siento humillación? ¿Qué pasa si no puedo arreglarlo? ¿Qué pasa si me rechazan?
Todos esos pensamientos son tu respuesta a querer sobrevivir, es primitivo y casi reptiliano pensar de esa manera. Tienes miedo, así que huyes. Luchar, huir o paralizarte, son las únicas tres respuestas que conoce tu mente, pero tú siempre priorizas huir. Huyes de todo y de todos, todo lo que te hace sentir mal genera una huida, una justificación. Siempre evito a las masas de gente porque ¿y si me aplastan cuando salgan corriendo? ¿Y si me desmayo en medio de tanta gente? ¿Quién me ayudaría? ¿Y si de la ansiedad me muero de un ataque al corazón? Es por esta respuesta de miedo irremediable que acabas siempre nervioso, revisando constantemente tus bolsillos o haciendo rituales, creyendo que de alguna manera así tienes control de tu destino y tus síntomas.
La realidad es que la única forma de controlar los síntomas es no tenerlos y la ansiedad nunca se consigue curar evitándola. No tienes que huir de tus miedos, no tienes que temer las consecuencias. Enfrenta esa ansiedad de frente tal y como el día que surgió. Si nace de un trauma, experimenta lo que te aterra de nuevo y comprende que realmente no tiene base en la realidad. Tus miedos no son reales, solo son maquinaciones mentales nacidas de un terror al pasado y al dolor. No siempre que cruzas la calle vas a ser atropellado, no siempre que vas al mercado te van a atacar, no siempre que hablas con una persona te van a humillar. La ansiedad no puede hacerte daño, solo puede inducirte a huir constantemente del mundo en el que vives si la dejas. ¿Qué pasa si te desmayas? Vas al hospital, y luego ¿qué pasa ahí? Te sientes mal porque todos te vieron desmayarte, ¿y qué? ¿Qué más? ¿Qué daño te puede hacer verdaderamente este trastorno? Si tanto insiste en que nos va a matar, que si hacemos ciertas cosas acabaremos aterrorizados, que lo intente. Que trate de matarnos. No puede. Nunca podrá.
Entonces, ¿todo está en mi cabeza?
Sí, es un trastorno mental a fin de cuentas. A mí me agobiaba todo lo que hacía a nivel social, físico, técnico o académico. Siempre tenía presión por competencia, por adaptarme y por ser mejor que cualquier circunstancia que se me apareciera delante de las narices. Este miedo me cegaba, me impedía ver las otras opciones, me mantenía en una ruta a la decadencia y la desesperación por no tener la valentía de afrontar lo que sabía que era necesario hacer.
Estoy mejor, pero para estar mejor hay que pasarlo mal. Hay que hacer lo que no quieres hacer, ponerte de frente con el terror que siempre te persigue, para dejar de tomar peores decisiones aún. Se puede salir, cualquiera puede hacerlo, pero hay que querer.
Dejo un enlace a un canal que ayuda mucho y explica todo esto con detalles que no he sabido plasmar de forma tan profesional.
Espero que mi experiencia te haya servido de algo. Si te ha gustado, puedes dejar un comentario en mi perfil de neocities porque aún no tengo guestbook jeje.